viernes, 8 de enero de 2021

Testamento del Padre Christian de Chergé


Si un día me aconteciera -y podría ser hoy- ser víctima del terrorismo que actualmente parece querer alcanzar a todos los extranjeros que viven en Argelia, quisiera que mi comunidad, mi Iglesia y mi familia recordaran que mi vida ha sido donada a Dios y a este país; que aceptaran que el único Señor de todas las vidas no podría permanecer ajeno a esta muerte brutal; que rezaran por mí: ¿cómo ser digno de semejante ofrenda?; que supieran asociar esta muerte a muchas otras, igualmente violentas, abandonadas a la indiferencia y el anonimato.

Mi vida no vale más que otra. Tampoco vale menos. De todos modos, no tengo la inocencia de la infancia. He vivido lo suficiente como para saber que soy cómplice del mal que, ¡desgraciadamente!, parece prevalecer en el mundo, y también del que podría golpearme a ciegas.

Al llegar el momento, querría poder tener ese instante de lucidez que me permita pedir perdón a Dios y a mis hermanos en la humanidad, perdonando al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiere golpeado. No podría desear una muerte semejante. Me parece importante declararlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme del hecho de que este pueblo que amo fuera acusado indiscriminadamente de mi asesinato. Sería un precio demasiado alto para la llamada a la gracia del martirio: que se debiera a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si dice que actúa por fidelidad a lo que supone que es el Islam.

Sé de cuánto desprecio han podido ser tachados los argelinos en su conjunto, y conozco también qué caricaturas del Islam promueve cierto islamismo. Es demasiado fácil poner en paz la conciencia identificando esta vía religiosa con los integrismos de sus extremismos. Argelia y el Islam, para mí, son otra cosa; son un cuerpo y un alma. Me parece haberlo proclamado bastante sobre la base de lo que he visto y aprendido por experiencia, volviendo a encontrar tan a menudo ese hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primera Iglesia inicial, justamente en Argelia, y, ya entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.

Evidentemente, mi muerte parecerá darles razón a quienes me han tratado sin reflexionar como ingenuo o idealista: ¡que digan ahora lo que piensan! Pero estas personas deben saber que, por fin, quedará satisfecha la curiosidad que más me atormenta. Si Dios quiere, podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto con Él a sus hijos del Islam, así como Él los ve, iluminados todos por la gloria de Cristo, fruto de su Pasión, colmados por el don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

De esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios, porque parece haberla querido por entero para esta alegría, por encima de todo y a pesar de todo. En este gracias, en el que ya está dicho todo de mi vida, os incluyo a vosotros, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto con mi madre y mi padre, mis hermanas y mis hermanos, y a ellos, ¡céntuplo regalado como había sido prometido!

Y a ti también, amigo del último instante, que no sabrás lo que estés haciendo; sí, porque también por ti quiero decir este gracias, y este a-Dios, en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea dado volvernos a encontrar, ladrones colmados de gozo, en el Paraíso, si así le place a Dios, Padre nuestro, Padre de ambos. Amén. Inchalá.



domingo, 14 de junio de 2020

EL PADRE PÍO Y LAS APARICIONES DE GARABANDAL (ESPAÑA)


Muchas personas escriben y hablan sobre las apariciones de San Sebastián de Garabandal. Eso es una buena señal, porque muestra el gran interés que siguen suscitando los hechos allí ocurridos. Pero, ante cualquier acontecimiento, a quien queremos escuchar es a los testigos, a los que vieron en primera persona lo que pasó, a los que conocieron de primera mano a sus protagonistas. Eso mismo nos sucede en Garabandal: queremos escuchar a los que lo vivieron; queremos saber qué pruebas recibieron para creer que la Virgen estaba allí; queremos escuchar sus reflexiones y también sus argumentos.Y también queremos saber qué frutos está dando Garabandal: queremos escuchar a esos otros testigos que afirman que la vida les cambió en Garabandal porque recibieron allí una gracia de conversión, de sanación espiritual o incluso física, de crecimiento en la fe, de consuelo interior. Con esta sección están invitados a contribuir todos los que se experimenten —de una forma o de otra— testigos de las apariciones de Garabandal. 

SAN PÍO DE PIETRELCINA Y GARABANDAL

padrepioSan Pío de Pietrelcina es uno de los santos más conocidos del siglo XX. Sus fenómenos místicos, el don de leer en las almas y los milagros que hacía, movieron a miles de personas a atravesar, no solo Italia, sino el mundo entero para encontrarlo. El P. Pío creyó en los fenómenos de Garabandal, mantuvo relación epistolar con las videntes e incluso recibió a una de ellas, Conchita González, en su convento de San Giovanni Rotondo. Varios hijos espirituales del P. Pío refieren que él les habló de Garabandal o les invitó a conocer lo que estaba pasando allí, asegurándoles ser cierto que la Virgen se aparecía a las cuatro niñas.

Para profundizar en este tema, les ofrecemos en este artículo un extracto del libro «Garabandal, mensaje de Esperanza» —tesis de licenciatura del P. José Luis Saavedra— en el que se estudia la particular relación del P. Pío con los fenómenos de Garabandal.

En marzo de 1962 llega a Garabandal una misteriosa carta. Viene dirigida a las cuatro videntes, pero no está́ firmada. Menciona, eso sí́, una comunicación sobrenatural del remitente acerca de Garabandal y está escrita en italiano, con fecha de 3 de marzo de 1962. La identidad del remitente no tardará en ser descubierta, dando lugar a un trato cercano con las videntes, que en alguna ocasión llegarán a visitarlo. Es San Pío de Pietrelcina (1887-1968). Fue Conchita quien abrió́ la carta y Félix López, un seminarista de Bilbao que estaba presente, se la tradujo:

«Queridas niñas: a las nueve horas de esta mañana, la Santa Virgen me ha dicho que os diga: “¡Oh benditas muchachas de San Sebastián de Garabandal! Yo os prometo que estaré́ con vosotras hasta el fin de los tiempos, y vosotras estaréis conmigo en el fin del mundo. Y después, unidas a mí en la gloria del paraíso”. Os mando copia del santo rosario de Fátima, que la Virgen me ha ordenado os mande. Este rosario ha sido dictado por la Santa Virgen y debe ser propagado para salvación de los pecadores y preservación de la humanidad de los peores castigos con que el buen Dios está amenazando. Solo os doy un consejo: rezad y haced rezar, porque el mundo está sobre el comienzo de la perdición. No creen en vosotras, ni en vuestros coloquios con la blanca Señora... Creerán cuando sea demasiado tarde».

En el breve texto de la carta se acumulan las referencias a pasajes de las apariciones: la cercanía de la Virgen, la importancia de la oración... Aunque quizá́ lo más sorprendente es la cita casi textual de una reiterada respuesta de la Señora, cuando las niñas le piden pruebas para que la gente crea. «Ya creerán» responde siempre la Señora. «Creerán –escribe ahora el capuchino– cuando sea demasiado tarde».

En febrero de 1975, en una entrevista para la revista Needles —después Garabandal Journal—, Conchita relata su impresión ante esta carta:

«Yo quedé extrañada de lo que decía y, como venía sin firma, la guardé en mi bolsillo hasta el momento de la aparición. Cuando apareció nuestra Santa Madre, yo le enseñé la carta y le pregunté de quien era. Nuestra Santa Madre contestó que venía de parte del Padre Pío. Yo no sabía entonces quien era el Padre Pío, y no se me ocurrió́ preguntar más.

Después de la aparición estuvimos comentando lo de la carta. Entonces, un seminarista que estaba allí (Félix López) me explicó quién era el P. Pío y dónde vivía. Yo le escribí diciéndole que, cuando hiciera alguna visita a mi país, me gustaría mucho verle... Me contestó con una breve carta en que decía: “¿Crees tú que yo puedo salir y entrar por las chimeneas?”. A mis doce años, yo no tenía ni idea de lo que podía ser un monasterio».

«¿Conserva usted esas dos cartas?»

«Sí».

En febrero de 1966 Conchita viaja a Roma. Ha sido llamada por el Pro-prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Ottaviani. La joven se pone en camino acompañada por su madre Aniceta, Luis J. Luna (Párroco de Garabandal en sustitución de don Valentín el verano anterior) y una ilustre señora, Cecilia De Borbón-Parma, miembro de la familia real carlista y «artífice del éxito que el viaje tuvo». En este viaje, uno de los contactos de la pequeña expedición es el Dr. Enrico Medi, amigo y médico personal del Beato Pablo VI. Medi sugiere aprovechar su viaje para visitar San Giovanni Rotondo y ver al Padre Pío. A Conchita le alegra mucho esta posibilidad, pues recuerda vivamente el mensaje que el capuchino les había transmitido en su carta de parte de la Señora: «Os prometo que estaréis unidas a mí en la gloria del paraíso».

Conchita misma es quien relata la escena: «Llegamos como a las nueve de la noche y nos dijeron que no podríamos ver al Padre Pío hasta la mañana siguiente en su misa de cinco. Antes de misa, el Padre Luna y el profesor [Medi] fueron a la sacristía. El profesor me contó más tarde lo que ocurrió allí. Dijo que el Padre Luna había dicho al Padre Pío que la Princesa de España estaba allí́ para verle (Cecilia De Borbón-Parma). El Padre Pío dijo entonces al Padre Luna: “No me siento bien y no podré verla hasta más tarde hoy”. El profesor Medi dijo entonces: “Hay otra persona que quiere verlo también. Conchita quiere hablar con usted”. Padre Pío dijo entonces: “¿Conchita de Garabandal? Vengan a las ocho de la mañana”.

Al llegar, fuimos conducidos a un pequeño cuarto, una celda, que tenía una cama, una silla y una pequeña mesita... Recuerdo que [yo] tenía el crucifijo besado por Nuestra Señora, y que dije al Padre Pío: “Esta es la Cruz besada por la Santísima Virgen. ¿Quisiera besarla?” Padre Pío tomó entonces el Cristo y lo colocó en la palma de su mano izquierda, sobre el estigma. Tomó entonces mi mano, que colocó sobre el crucifijo... bendijo mi mano y la cruz... mientras me hablaba”».

La joven —tiene 16 años—, entre la emoción y los nervios, no logrará recordar lo que le dice entonces el santo de los estigmas. Sin embargo, datos de sobra prueban la benevolencia y cariño con que el capuchino miraba los fenómenos de Garabandal, cosa que, además, manifestará en más ocasiones.

De hecho, son varios los testimonios de personas que han sido dirigidos hacia Garabandal por el estigmatizado del Gargano. Destaca Joachim Bouflet, doctor y profesor de filosofía en la Universidad de la Sorbona de París y consultor de la Congregación para las Causas de los Santos en Roma. Bouflet, la tarde del 23 de agosto de 1968, tras confesarse con el Padre Pío en el claustro del convento de San Giovanni Rotondo, habló algunos instantes con él. Al terminar la confesión, el padre le dijo: «Reza a la Madonna. Conságrate a la Virgen del Carmelo que se apareció en Garabandal». Bouflet quedó confuso, por lo que el padre insistió: «Conságrate a la Virgen del Carmelo que se apareció́ en Garabandal». Al fin, el francés le preguntó: «¿Las apariciones de Garabandal...? ¿Entonces es cierto?». A lo que el capuchino respondió con viveza «Certo è vero!». Así de efusivamente —¡Claro que es verdad!— el Padre Pío muestra su aprecio por Garabandal. Por eso anima a sus dirigidos a acercarse a las apariciones.

Otros santos han mostrado interés en los fenómenos de Garabandal. Pero la forma en que el Padre Pío se involucró́ es del todo singular. Conchita cita su nombre en su Diario, anunciando que —según la aparición— él, desde donde esté, verá el milagro. Por eso, cuando el capuchino muere, en 1968, Conchita quedó perpleja. Sin embargo, un mes más tarde de la muerte del santo, el 16 de octubre de 1968, la joven recibe un telegrama de Lourdes. En él se le pedía acudir allí para recibir una carta que el Padre Pío había dejado para ella. Dos franceses que están en Garabandal, el Padre Alfred Combe y Bernard L’Huillier, se ofrecen a llevar a Conchita y a su madre a Lourdes. Se ponen en marcha esa misma noche. En Lourdes les espera el Padre Bernardino Cennamo, O.F.M. Cennamo explica a la joven que el Padre Pellegrino, sacerdote al cuidado del Padre Pío durante sus últimos años, había transcrito una nota para ella dictada por el santo.

El Padre Cennamo reconoce no haber creído en Garabandal al principio, pero confiesa a Conchita que cuando el Padre Pío le pidió́ dar a Conchita el velo que cubriría su rostro después de su muerte, cambió de parecer. En Lourdes, ese día, «el velo y la carta fueron entregados a Conchita». Pero a ella le interesaba aún más otra cuestión. Y enseguida la presentó al Padre Cennamo: «¿Por qué la Virgen me dijo que el Padre Pío iba a ver el milagro y él ha muerto?» A lo que el capuchino responde: «Él vio el milagro antes de morir. Me lo dijo él mismo». Si esto fue así, el santo de los estigmas entra con ello en el estrecho círculo de los protagonistas de Garabandal al ver, poco antes de su muerte, el gran milagro anunciado. Vincula Padre Pío a Garabandal, pues, mucho más que un piadoso interés espiritual por su mensaje, al anticipar sobrenaturalmente la visión del milagro que ni las mismas videntes han tenido



jueves, 14 de mayo de 2020

DON DOLINDO RUOTOLO: EL ACTO DE ABANDONO A JESÚS.

DON DOLINDO RUOTOLO: EL ACTO DE ABANDONO A JESÚS. 

Don Dolindo Ruotolo, fue un sacerdote y el terciario franciscano del siglo XX. Nació en Nápoles el 06 de octubre de 1882 de una familia muy pobre, Dolindo, cuyo nombre significa "dolor", Inmediatamente experimentó dolor y sufrimiento: con solo 11 meses fue operado en el dorso de sus manos y poco después se sometió a una cirugía en la mejilla. Sufrió de hambre cuando era niño debido a la precaria situación económica con la que tuvo que lidiar con la gran familia de 11 hermanos. Tras la separación de la Los padresa la edad de 14 años, Dolindo fue enviado a la Escuela Apostólica de los Sacerdotes de la Misión, donde tomó sus votos y se convirtió en un ardiente sacerdote de amor por Cristo.

El sufrimiento caracterizó toda su existencia, incluido el período del seminario y el de los sacerdotes: de hecho fue acusado de ser un "hereje formal y dogmático", fue suspendido de un divinis y sometido a experiencia psiquiátrica, de la cual estaba sano, expulsado de su congregación y sometido a exorcismo, fue sometido a juicios y condenas y fue rehabilitado definitivamente el 17 de julio de 1937, a la edad de 55 años en Nápoles, en la iglesia de San Giuseppe dei Nudi, donde continuó su vida sacerdotal y compuso escritos autobiográficos y doctrina cristiana.

Perfume de santidad

Don Dolindo se distinguió por su completa confianza en Dios, su mansedumbre, profunda humildad, amor a la verdad y paciencia heroica, virtudes que le permitieron luchar contra toda adversidad. Su amor por Dios y por la Iglesia fue tan fuerte que el 9 de junio de 1910, antes del Santísimo Sacramento, se inmoló ante Dios como víctima del iglesia y para sacerdotes. Sus días comenzaron muy temprano, a las 2.30 de la mañana y terminaron muy tarde, a veces incluso a la medianoche y se dedicaron por completo a Dios y al prójimo, con la recitación de numerosos rosarios y oraciones, con el estudio de textos sagrados y con dedicación a los pobres y enfermos.

Acto de abandono a Jesús

Muchas de sus obras fueron escritas en honor a Jesús, un Santísima María y en el Espíritu santo pero el más conocido es seguramente "el Acto de abandono en Jesús (contra las ansiedades y las aflicciones) ". Con él, el humilde sacerdote nos invita a no tener fe en nuestras fuerzas débiles, a no desanimarnos en las dificultades de la vida, sino a presentarles con humildad y completo abandono a Jesús confiando en su infinito amor por nosotros, permitiéndole cuidar totalmente de nosotros.

Hubo muchos curaciones y los favores obtenidos por las personas pobres que siguieron el consejo de Don Dolindo, en particular para las personas que se abandonaron a la Divina Providencia, testificando así el poder de la gracia que tal acto de abandono puede otorgar.

Jesús piensa en eso

Jesús le dijo al humilde sacerdote:

“¿Por qué estás confundido por preocuparte? Déjame el cuidado de tus asuntos y todo se calmará. Te digo la verdad que cada acto de abandono verdadero, ciego y completo hacia Mí produce el efecto que deseas y resuelve todas las situaciones difíciles.

Rendirse a Mí no significa enojarse, enojarse y desesperarse, luego volverse hacia Mí uno oración agitado porque te seguiré, y así cambiaré la agitación en la oración. Abandonarse a sí mismo significa cerrar plácidamente los ojos del alma, apartar el pensamiento de la tribulación y entregarse a Mí para que solo Yo los haga encontrar, como niños dormidos en los brazos de la madre, en la otra orilla. Lo que te molesta y te hiere inmensamente es tu razonamiento, tu pensamiento, tu molestia y tu disposición a toda costa para proveer lo que te aflige.

¡Cuántas cosas trabajo cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como materiales, se vuelve hacia Mí, me mira y me dice: "PIENSA EN ELLA", cierra los ojos y descansa! Tienes pocas gracias cuando regañas para producirlas, tienes muchas cuando la oración me es encomendada por completo. Tu dolor reza porque yo trabajo, pero porque trabajo como crees ...

No te vuelvas a Mí, pero quieres que me adapte a tus ideas; Usted no está enfermo si le pide tratamiento al médico, pero si se lo sugiere. No hagas esto, pero reza como te enseñé en el Padrenuestro: "Santificado sea tu nombre", es decir, glorifícate en mi necesidad; "Venga tu reino", es decir, todos contribuyen a tu reino en nosotros y en el mundo; "Hágase tu voluntad", es decir, piense, si realmente me dice: "Hágase tu voluntad", que es lo mismo que decir: "PIENSA EN TI", intervengo con toda mi omnipotencia y resuelvo las situaciones más cerradas. Aquí, ¿ves que la enfermedad está presionando en lugar de decaer? No se enoje, cierre los ojos y dígame con confianza: "Hágase tu voluntad, PIENSE EN ELLA". Te digo que lo pienso, que intervengo como médico, y también hago un milagro cuando sea necesario ¿Ves que la persona enferma está empeorando? No se enoje, pero cierre los ojos y diga: "PIENSE EN ELLO". Te digo que lo pienso.

La preocupación, la agitación y el deseo de pensar en las consecuencias de un hecho están en contra del abandono. Es como la confusión que traen los niños, que esperan que la madre piense en sus necesidades, y quieren pensar en ello, lo que dificulta su trabajo con sus ideas y sus sentimientos infantiles.

Solo pienso en ello cuando cierras los ojos. No duermes, quieres evaluarlo todo, escudriñarlo todo, confiando solo en los hombres. Eres insomne, quieres evaluarlo todo, escudriñarlo todo, pensar por completo y, por lo tanto, abandonarte a las fuerzas humanas, o peor a los hombres, confiando en su intervención. Esto es lo que dificulta mis palabras y mis puntos de vista.

¡Oh, cómo deseo que te abandone para beneficiarte, y cómo me emociona verte agitada! Satanás tiende precisamente a esto: agitarlo para alejarlo de Mi acción y arrojarlo a las iniciativas humanas. Por lo tanto, confía solo en Mí, descansa en Mí, ríndete a Mí en todo. Trabajo milagros en proporción al abandono total en Mí, y a no pensar en ti; ¡Extiendo tesoros de gracia cuando estás en la pobreza total! Si tienes tus recursos, aunque solo sea un poco, o si los estás buscando, estás en el campo natural y, por lo tanto, sigues el camino natural de las cosas, que a menudo se ve obstaculizado por Satanás. Ningún razonador o meditador ha hecho milagros, ni siquiera entre los Santos. Quien se abandona a Dios trabaja divinamente.

Cuando vea que las cosas se complican, diga con los ojos cerrados: “¡JESÚS! PIENSE ". Y distraete, porque tu mente es aguda ... y es difícil para ti ver el mal. Confía en mí a menudo, distrayéndote a ti mismo. Haz esto para todas tus necesidades. Haz esto todos, y verás grandes, continuos y silenciosos milagros. Te juro por mi amor. Lo pensaré Ora siempre con esta disposición de abandono, y tendrás una gran paz y un gran fruto, incluso cuando te dé la gracia de la inmolación de la reparación y del amor que impone el sufrimiento. ¿Te parece imposible? Cierra los ojos y di con toda tu alma: "JESÚS PIENSA".

No te preocupes, yo me encargaré. Y bendecirás Mi nombre humillándote. Mil oraciones no valen un solo acto de abandono seguro: recuérdalo bien. No hay novena más efectiva que esta: ¡Oh Jesús, estoy abandonado a ti, piensa en ello!

viernes, 17 de abril de 2020

Don Juan Sáez

Juventud

Juan Sáez Hurtado nace en Alcantarilla en una familia modesta y religiosa. Su padre es periodista en un semanario regional y su madre es ama de casa. Es el último y tercer hijo de la familia. El fervor religioso está en lo profundo del hogar y desde muy joven, se envía a la escuela de las Hermanas Salesianas de lo Sagrado Corazón de jesus. Es recibido allí por la Madre Fundadora, la Beata Piedad de la Cruz Ortíz Real. Los últimos años de su vida, Juan Sáez Hurtado aportará su testimonio en la investigación diocesana de la causa en beatificación de la Madre Piedad. De hecho, ella jugará un papel importante en su infancia, primero como directora de la escuela donde era externo, y en su vocación religiosa. Ella alentó su vcación de sacerdote.

Juan Sáez Hurtado ingresó en el seminario de San Fulgencio de Murcia el 1 de octubre de 1910, cuando aún no tenía trece años. Se distingue rápidamente de sus compañeros de clase por su afán en la oración, el estudio, la disciplina y la discreción. Será muy apreciado por sus superiores. Su fervor fue tal que se le encomendó el cuidado de la capilla del seminario. Uno de sus amigos más íntimos, el padre Pablo Menor, dice de él: En los años 1910 a 1917, en el seminario, Juan fue un modelo para quienes aspiraban al sacerdocio, despertando la admiración de todos. Cuando acabo de cumplir los ochenta, fue la única vez en mi vida que vi la expresión de la perfección evangélica en alguien.

Sus inicios sacerdotales

Juan Sáez Hurtado fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1923 por el obispo de Cartagena, Vicente Alonso y Salgado, en la capilla del Palacio Episcopal de Murcia. Celebró su primera misa el 17 de junio en la iglesia de San Pedro de Alcantarilla. Su primer cargo fue padre coadjutor de la parroquia de Molina de Segura. Solo permaneció allí durante un año, pero fue suficiente para que los fieles le recordaran como un sacerdote cercano a la gente, simple y atento a los pobres. Incluso creará el Oratorio de San Luis Gonzaga para los jóvenes de Molina.

En 1924, fue nombrado rector de la parroquia de Bormate, en la provincia de Albacete. Además de la oficina de los feligreses, también será el capellán de una comunidad de religiosos. Sus virtudes humanas y espirituales le dan una vez más la simpatía de los fieles, y es a menudo llamado el "santo cura de Bormate".

De 1929 a 1932, Juan Sáez Hurtado fue nombrado administrador de la parroquia de La Gineta. Su actividad se destacó por sus acciones en favor de los más necesitados y su dedicación a los niños y jóvenes. Allí, se le llama el "buen sacerdote". Cumplirá las mismas funciones en la parroquia de Beniaján desde 1932 hasta 1936.

Durante la Guerra Civil Español

En julio de 1936, Juan Sáez Hurtado fue nombrado párroco de la parroquia de San Jun Bautista de Alquerías, en la provincia de Murcia. Unas semanas más tarde, estalló la Guerra Civil Española y las persecuciones contra el clero, en la zona republicana, se desataron. Para evitar poner en peligro la vida de sus feligreses, Juan Sáez Hurtado se refugia en su pueblo natal, en Alcantarilla.

A pesar de las redadas y las incursiones de los milicianos en Alcantarilla, el padre Sáez nunca fue descubierto. Ariesgando su vida continuó ejerciendo su ministerio sacerdotal en secreto, celebrando la misa. Confesando y repartiendo los sacramentos en el hogar familiar. Sacerdotes, monjas y especialmente feligreses de Molina de Segura vinieron a buscar refugio con él.

Años 1940-1950

En 1939, Juan Sáez Hurtado fue nombrado administrador de la parroquia de San Cristóbal de Lorca. En 1940, una mujer se le acerca y le pide su intercesión para que tenga un hijo y sobreviva. Había tenido cuatro hijos, pero todos murieron a una edad temprana. El padre Sáez la consoló y le dijo que tendría un hijo, que sobreviviría, y quién se convertiría en sacerdote. De hecho, todo salió bien y el niño, llamado Ramón Fernández Miñarro, se convirtió en el párroco de San Juan Bautista de Aquerías.

De 1941 a 1945, Juan Sáez Hurtado fue designado para la parroquia de Torreagüerra. Trabajó para ayudar a las personas que sufrían la miseria material y espiritual después de los desastres causados ​​por la guerra civil. Destinado como ecónomo de Aljucer, fue finalmente párroco de Nuestra Señora de los Dolores desde julio de 1945 hasta marzo de 1950. Al igual que en su última parroquia, ayudó a los más necesitados, a las familias arruinadas por la guerra, reorganizó la parroquia y dinamizó la vida religiosa después de las persecuciones contra el clero. Considerado como santo, los feligreses de Aljucer dicen que están orgullosos de haberlo contado entre sus sacerdotes.

Juan Sáez Hurtado lleva una vida austera y sus muchas trabajos le fatigan. En 1949 y 1950, se retiró por unos días al monasterio de la Luz para descansar y dedicarse por completo a la oración y al retiro espiritual. Al mismo tiempo, servirá como capellán de las Hermanas de Cristo crucificadas en el Convento de Villa Pilar. Muchas monjas testificaron en su proceso de beatificación para describir cuán fervientemente oró y celebró la misa, y para informar sobre la guía espiritual que recibieron. En 1950, sus superiores lo trasladaron a Beniaján como administrador. Una vez más, realizó muchas obras en favor los feligreses más pobres.

Años 1960-1970

En 1955, fue nombrado párroco de la parroquia de San Pablo de Abarán. Juan Sáez Hurtado alentó la Acción Católica, especialmente para jóvenes y mujeres. Visitando a los pobres y los enfermos con mucha frecuencia, realizaba obras de caridad. Es más, sus cursos de predicación y catecismo tuvieron mucho éxito, y sus Misas y sus ratos de confesión atrajeron a muchos fieles. De hecho, impulsó la práctica religiosa de sus feligreses, alentándolos a una vida espiritual más sincera. A partir de la década de 1960, su dinámico ministerio sacerdotal deteriora su salud y en 1964 sufre una hernia discal. En 1972, abandonó Abarán.

Juan Sáez Hurtado es nombrado entonces confesor y sacristán de la Catedral de Murcia. A partir de entonces, está enfermo y lleva una vida discreta. Sin embargo, celebró en 1973 su Jubileo de Oro Sacerdotal, con motivo del quincuagésimo aniversario de su ordenación, en Abarán. Fue una gran manifestación de cariño que le manifestaron sus feligreses de Abarán.

Enfermedad y deceso

A pesar de su discreto ministerio en la catedral de Murcia, los días en el confesionario son largos y agotadores, y los fieles se reparten todo el día para recibir su absolución o sus consejos. Su salud se deteriora cada vez más, se ve obligado a ser hospitalizado en El Palmar. Fue allí donde murió el 8 de agosto de 1982, alrededor del mediodía. Sus últimas palabras fueron una invocación a la Virgen María: "¡Mi madre! "

Su funeral se celebró en Alcantarilla, con la asistencia de varios miles de fieles, al día siguiente.


BEATIFICACIÓN. 

El 9 de julio de 1993, la Congregación para las Causas de los Santos autorizó a la diócesis de Cartagena a iniciar el procedimiento de beatificación y canonización de Juan Sáez Hurtado. La investigación diocesana terminó el 18 de diciembre de 1998 y fue enviada a Roma para ser estudiada por la Santa Sede.


El 20 de enero de 2017, el Papa Francisco reconoce la heroicidad de sus virtudes y le declara venerable.



martes, 7 de abril de 2020

El Tribunal Supremo australiano anula por unanimidad la condena contra el cardenal Pell.

El Tribunal Supremo australiano ha anulado con la unanimidad de los siete jueces la decisión del Tribunal de Victoria de rechazar la apelación del cardenal George Pell contra la sentencia que le condenó a seis años de cárcel por abuso de menores. En consecuencia, el purpurado australiano, de 78 años de edad, abandonó a las pocas horas la prisión de máxima seguridad de Barwon, a la que fue trasladado en enero cuando se descubrió un dron sobre la cárcel de Melbourne donde se encontraba.

La decisión del Tribunal Supremo fue comunicada por la juez Susan Kiefel pocos minutos después de las diez de la mañana (hora local) de este martes en el edificio de la sede judicial, ante un escaso público: siete periodistas y dos abogados. No hay apelación posible, por lo que el asunto queda definitivamente zanjado y el cardenal exonerado de toda culpa.


Un delito física y cronológicamente imposible:

Pell fue condenado en enero de 2019 a seis años de prisión por delitos de agresión sexual contra dos niños de 13 años que formaban parte del coro de la catedral de Melbourne en 1996, cuando fue nombrado arzobispo de la diócesis. Al haber fallecido en 2014 por sobredosis una de las supuestas víctimas (que nunca declaró haber sido atacado), la condena se basó exclusivamente en el testimonio de la otra.

El cargo principal era una felación que el cardenal (todavía revestido para decir misa) habría obligado al chico a practicarle en los cinco minutos posteriores a una de sus primeras misas dominicales en el templo, en la sacristía donde se desvestían todos los participantes en la ceremonia, y con la puerta abierta.

Más de veinte testigos, entre ellos el maestro de ceremonias, monseñor Charles Portelli, y el sacristán de la catedral, Max Potter, declararon que siempre acompañaban al obispo al finalizar las funciones litúrgicas, y que la sacristía era un lugar de continua entrada y salida de personas tras la liturgia dominical, lo que en cualquier caso hacía absolutamente inverosímil que aquel lugar y aquel momentos fueran elegido como lugar para un acto de esta naturaleza.

Esa imposibilidad física y cronológica fue corroborada mediante una reconstrucción de los hechos por el periodista Andrew Bolt, de Sky Australia, una cadena no precisamente favorable al cardenal. Además, durante el reconocimiento de la sacristía practicado por el denunciante, éste afirmó recordar elementos mobiliarios -como una pequeña cocina- que se instalaron allí después de 1996.

Sin embargo, el tribunal consideró creíble y veraz la declaración de la supuesta víctima, y sobre ese fundamento condenó a Pell. (Hay que señalar que el cardenal había sido previamente absuelto de todo ello, pero se ordenó repetir el juicio, siendo entonces condenado.)

Rotunda sentencia del Tribunal Supremo

En la apelación ante el Tribunal de Victoria, el 21 de agosto, uno de los jueces subrayó estas incoherencias al votar a favor del cardenal, pero quedó en minoría. Ahora el Tribunal Supremo ha venido a darle la razón, al establecer que los jueces de apelación debieron estimar los argumentos de la defensa. 

Según la sentencia dada a conocer este martes, el Tribunal Supremo ha entendido que el Tribunal de Victoria, "actuando racionalmente ante la totalidad de la prueba, debió haber mantenido una duda sobre la culpabilidad del acusado respecto a cada uno de los delitos de los que se le acusaba, ordenando la anulación de las condenas y sustituyéndolas por absoluciones".

"Había una razonable posibilidad", insisten, "de que el delito no hubiese tenido lugar, por lo que debería haber habido una duda razonable sobre la culpabilidad del acusado".

¿Y por qué había esa razonable posibilidad? Lo dice también la sentencia, al recoger uno de los hechos más sorprendentes del juicio: que la acusación no intentase en ningún momento contrarrestar la declaración de los testigos de la defensa.

En efecto, como se encargaron de destacar el pasado 11 de marzo los abogados de Pell ante los jueces que ahora les han dado la razón, durante el juicio todos los testigos los presentó la defensa... y la acusación nunca intentó desacreditarlos. 

Por tanto, aun si se diese por veraz el testimonio de la víctima, el fiscal no había hecho nada por desmentir los hechos que se desprendían de las declaraciones de los testigos. Que son, tal como recoge la sentencia: 1) que el acusado solía saludar a quienes habían ido a misa en la misma catedral o a unos pasos de ella; 2) que forma parte de la liturgia de la Iglesia que el arzobispos siempre esté acompañado en el interior de la catedral mientras tenga puestas las vestiduras litúrgicas; 3) que la sacristía era un lugar de continua entrada y salida de personas durante los diez o quince minutos posteriores a la procesión de salida de la misa solemne dominical.

La sentencia dada a conocer este martes concluye citando en su apoyo dos precedentes de sentencia de 1991 y 1994 que establecen como razón para anular una condena "la significativa posibilidad de que una persona inocente haya sido condenada con unas pruebas que no establecían la culpabilidad con el grado de prueba requerido".

lunes, 6 de abril de 2020

MENSAJE DE SAN JUAN PABLO II EN LA CUARESMA DE 2005

MENSAJE DEL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
PARA LA CUARESMA 2005

 

¡Queridos Hermanos y Hermanas!

1. Cada año, la Cuaresma nos propone un tiempo propicio para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón a la acogida dócil de la voluntad divina. Ella nos invita a recorrer un itinerario espiritual que nos prepara a revivir el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha asidua de la Palabra de Dios y la práctica más intensa de la mortificación, gracias a la cual podemos ayudar con mayor generosidad al prójimo necesitado.

Es mi deseo proponer este año a vuestra atención, amados Hermanos y Hermanas, un tema de gran actualidad, ilustrado apropiadamente por estos versículos del libro del Deuteronomio: “En Él está tu vida, así como la prolongación de tus días” (Dt 30,20). Son palabras que Moisés dirige al pueblo invitándolo a estrechar la alianza con el Señor en el país de Moab, “Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a Él” (Dt 30, 19-20). La fidelidad a esta alianza divina, constituye para Israel una garantía de futuro, “mientras habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob” (Dt 30,20). Llegar a la edad madura es, en la visual bíblica, signo de la bendición y de la benevolencia del Altísimo. La longevidad se presenta de este modo, como un especial don divino.

Desearía que durante la Cuaresma pudiéramos reflexionar sobre este tema. Ello nos ayudará a alcanzar una mayor comprensión de la función que las personas ancianas están llamadas a ejercer en la sociedad y en la Iglesia, y, de este modo, disponer también nuestro espíritu a la afectuosa acogida que a éstos se debe. En la sociedad moderna, gracias a la contribución de la ciencia y de la medicina, estamos asistiendo a una prolongación de la vida humana y a un consiguiente incremento del número de las personas ancianas. Todo ello solicita una atención más específica al mundo de la llamada "tercera edad”, con el fin de ayudar a estas personas a vivir sus grandes potencialidades con mayor plenitud, poniéndolas al servicio de toda la comunidad. El cuidado de las personas ancianas, sobre todo cuando atraviesan momentos difíciles, debe estar en el centro de interés de todos los fieles, especialmente de las comunidades eclesiales de las sociedades occidentales, donde dicha realidad se encuentra presente en modo particular.

2. La vida del hombre es un don precioso que hay que amar y defender en cada fase. El mandamiento "No matarás", exige siempre el respeto y la promoción de la vida, desde su principio hasta su ocaso natural. Es un mandamiento que no pierde su vigencia ante la presencia de las enfermedades, y cuando el debilitamiento de las fuerzas reduce la autonomía del ser humano. Si el envejecimiento, con sus inevitables condicionamientos, es acogido serenamente a la luz de la fe, puede convertirse en una ocasión maravillosa para comprender y vivir el misterio de la Cruz, que da un sentido completo a la existencia humana.  

Es en esta perspectiva que el anciano necesita ser comprendido y ayudado. Deseo expresar mi estima a cuantos trabajan con denuedo por afrontar estas exigencias y os exhorto a todos, amadísimos hermanos y hermanas, a aprovechar esta Cuaresma para ofrecer también vuestra generosa contribución personal. Vuestra ayuda permitirá a muchos ancianos que no se sientan un peso para la comunidad o, incluso, para sus propias familias, y evitará que vivan en una situación de soledad, que los expone fácilmente a la tentación de encerrarse en sí mismos y al desánimo.

Hay que hacer crecer en la opinión pública la conciencia de que los ancianos constituyen, en todo caso, un gran valor que debe ser debidamente apreciado y acogido. Deben ser incrementadas, por tanto, las ayudas económicas y las iniciativas legislativas que eviten su exclusión de la vida social. Es justo señalar que, en las últimas décadas, la sociedad está prestando mayor atención a sus exigencias, y que la medicina ha desarrollado terapias paliativas que, con una visión integral del ser humano, resultan particularmente beneficiosas para los enfermos.

3. El mayor tiempo a disposición en esta fase de la existencia, brinda a las personas ancianas la oportunidad de afrontar interrogantes existenciales, que quizás habían sido descuidados anteriormente por la prioridad que se otorgaba a cuestiones consideradas más apremiantes. La conciencia de la cercanía de la meta final, induce al anciano a concentrarse en lo esencial, en aquello que el paso de los años no destruye.

Es precisamente por esta condición, que el anciano puede desarrollar una gran función en la sociedad. Si es cierto que el hombre vive de la herencia de quien le ha precedido, y su futuro depende de manera determinante de cómo le han sido transmitidos los valores de la cultura del pueblo al que pertenece, la sabiduría y la experiencia de los ancianos pueden iluminar el camino del hombre en la vía del progreso hacia una forma de civilización cada vez más plena.  

¡Qué importante es descubrir este recíproco enriquecimiento entre las distintas generaciones! La Cuaresma, con su fuerte llamada a la conversión y a la solidaridad, nos ayuda este año a reflexionar sobre estos importantes temas que atañen a todos. ¿Qué sucedería si el Pueblo de Dios cediera a una cierta mentalidad actual que considera casi inútiles a estos hermanos nuestros, cuando merman sus capacidades por los achaques de la edad o de la enfermedad? ¡Qué diferentes serán nuestras comunidades si, a partir de la familia, trataremos de mantenernos siempre con actitud abierta y acogedora hacia ellos!

4. Queridos Hermanos y Hermanas, durante la Cuaresma, ayudados por la Palabra de Dios, meditemos cuán importante es que cada comunidad acompañe con comprensión y con cariño a aquellos hermanos y hermanas que envejecen. Además, todos debemos acostumbrarnos a pensar con confianza en el misterio de la muerte, para que el encuentro definitivo con Dios acontezca en un clima de paz interior, en la certeza que nos acogerá Aquel "que me ha tejido en el vientre de mi madre" (Sal 139,13b), y nos ha creado "a su imagen y semejanza" (Gn l, 26).

María, nuestra guía en el itinerario cuaresmal, conduzca a todos los creyentes, especialmente a las personas ancianas, a un conocimiento cada vez más profundo de Cristo muerto y resucitado, razón última de nuestra existencia. Ella, la fiel sierva de su divino Hijo, junto a Santa Ana y a San Joaquín, intercedan por cada uno de nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte."

Con afecto os imparto mi Bendición.  

Vaticano, 8 de septiembre de 2004

IOANNES PAULUS PP II



viernes, 27 de marzo de 2020

Papa Francisco dona 30 respiradores para enfermos de coronavirus.

El Papa Francisco donó 30 respiradores para que sean distribuidos en los hospitales que atienden a los enfermos de coronavirus, una pandemia que en Italia ha infectado a más de 74.300 personas y provocado la muerte de más de 7.500.

La Limosnería Apostólica informó que “en la tarde de hoy, el Santo Padre ha confiado 30 respiradores adquiridos en los días pasados” para que sean donados “a algunas estructuras hospitalarias en las zonas más golpeadas por la pandemia del COVID-19”.

Los centros de salud que recibirán los respiradores serán determinados en los próximos días, indicó en su comunicado emitido este 26 de marzo.

Desde su aparición en la provincia china de Wuhan en enero, el Papa Francisco ha expresado su cercanía a las personas afectadas por este nuevo tipo de coronavirus.

Asimismo, ha llamado a los sacerdotes a llevar los sacramentos a estas personas y ha convocado a jornadas de oración por el fin de la pandemia, como el rezo del Padre Nuestro ayer 25 de marzo. La semana pasada se unió al rezo del Santo Rosario convocado por los obispos italianos y mañana dará la bendición Urbi et Orbi desde la Plaza de San Pedro.

Francisco también donó hace poco unos 200 litros de leche para las personas necesitadas de Roma y que se han visto afectadas por las medidas restrictivas dictadas por las autoridades para frenar el contagio del COVID-19.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el nuevo coronavirus ha infectado a más de 460 mil personas, de los cuales más de 20.800 han fallecido.